Con Alientos

Llevaba mucho tiempo encerrado en el baño y Don Manuel y Doña Enriqueta le preguntaban a su hija Margarita por la ausencia de su nuevo novio, el cual al parecer, no había causado buena impresión en ellos.

Margarita intentaba evitarlos haciendo romerías por la cocina, la sala y el balcón, disimulando la situación que cada vez se volvía más incómoda.

 

– Es que es muy callado-  le decía Doña Enriqueta a la Mona como acostumbraban a llamarle por cariño a Margarita, hija consentida y única de la familia.

– Sí Monita, no se qué decirte. No sé si es una persona buena o mala. Yo sé que es la primera vez que el viene y  puede que sea algo tímido. ¡Pero es que no ha dicho una palabra!-

– Hay mamá, espera a que entre en confianza y ya verás lo agradable que es- respondía Margarita recogiendo con su mano un vaso, que le servía como pretexto para salir de ese aburrido interrogatorio que prometía continuar porque su mamá venía detrás con ánimo de prolongarlo.

 

Lo que si no era cierto, era que Rómulo pisara esa casa por primera vez, de hecho se habían conocido en la fiesta de cumpleaños de Margarita, celebrada ocho días atrás, y en la cual habían comenzado su romance después de las doce de esa noche en medio de una  celebración ruidosa característica de jóvenes adolescentes y que había terminado a las cuatro de la mañana, luego de continuas llamadas desesperadas de los vecinos.

Y es que Rómulo parecía tener un poder hipnotizante sobre la persona que le interesaba y Margarita esa noche sin duda había causado en él una gran atracción. Ella no pensaba diferente, además sentía que todo lo que habían vivido desde ese momento hasta ahora, podría muy bien parecerse a un cuento de hadas, lo cual la impulsaba a luchar contra lo que fuera con tal de mantener ese amor que increíblemente ya sentía en su interior.

 

Rómulo por fin salió del baño y se acercó a la sala en donde solo se encontraba Don Manuel leyendo una revista de carros que al parecer era lo único que le importaba.

Rómulo aprovecho para romper el hielo y comenzó por comentar todo lo que conocía de ese tema dejando a su nuevo suegro con una impresión en su rostro cada vez más agradable…

 

-Sí Don Manuel: vea que en la feria de automóviles estuve indagando por la camioneta AUDI Q7 y quedé impactado con todo lo que tiene- comentaba Rómulo.

-¡Pero si esa es la que yo quiero!- Exclamaba Don Manuel ahora maravillado por el nuevo miembro de la familia que ya sentía que era Rómulo.

-¡Desde que la vi fue amor a primera vista!- Emocionado continúo expresando dando inicio a un intercambio de opiniones con su nuevo yerno sobre todas las bondades y maravillas de aquel vehículo.

Mientras hablaban pasando por otros temas riéndose y cortejándose el uno con el otro, Don Manuel comenzó a sentir en su interior que conocía a Rómulo desde hacía muchos años. Sus gestos, posturas, ademanes, todo lo que decía, le parecían muy familiares y su corazón ya estaba muy cerca de sentir un amor por Rómulo como solo lo siente un padre por su hijo.

 

Por otro lado Doña Enriqueta y Margarita un poco disgustadas la una con la otra salían de la cocina rumbo a la sala impulsadas por aquellas carcajadas que solo provienen de amigos recordando buenos tiempos.

Margarita al ver aquella escena no pudo contener su alegría y se acercó a Rómulo para abrazarlo y sentarse a su lado.

-¿Bueno y ustedes dos en que andan?- Preguntaba sonriendo a los que consideraba los hombres más importantes de su vida.

-No monita, aquí celebrando la vida- le contestaba el papá terminando de reírse por la última anécdota contada.

-Si mi amor es que a tu papá y a mí nos han pasado historia parecidas.- Agregaba Rómulo mientras miraba a su nueva suegra con ojos respetuosos pero con ánimos de conquista.

– Y usted Doña Enriqueta, por lo que veo en los adornos de su casa se nota que es muy versada en temas artísticos, artesanales y decorativos ¿no es cierto?-

– Así es Rómulo. No solo conozco, si no que muchas de las cosas que ves acá son hechas por mí – le contestó cambiando de inmediato la expresión de su cara porque aquel hombrecillo había tocado el tema que más le apasionaba.

– Mire Doña Enriqueta que mi tío tiene un almacén de decoración y yo algo he aprendido. Ahora bien, si quiere yo hablo con él para que le deje exhibir sus creaciones y pueda usted, ganar algún dinero.- dijo Rómulo mientras miraba el rostro de aprobación e ilusión de su nueva suegra que ahora tomaba la palabra para explicarle todo lo referente a creaciones decorativas para las cuales él, contestaba con una comprensión no superior pero sí completamente semejante.

-¡Pero como sabes Rómulo!- decía  constantemente Doña Enriqueta con total aprecio porque sabía que el conocimiento que él tenía era igual al de ella, y simplemente lo sentía como el alumno que más ponía atención a su clase.

 

Ya eran las tres de la tarde y Doña Enriqueta pidió disculpas y se levantó a organizar la mesa del comedor, sirvió la comida, los llamo y se sentaron a almorzar en un ambiente de extrema euforia. Cada palabra que Rómulo decía encajaba perfectamente en cada circunstancia. Manejaba muy bien cada situación y daba a cada uno de los miembros de aquella familia la atención necesaria con tal de no desbalancear el equilibro que había creado.

A medida que comían, Margarita empezó a notar la ausencia de palabras en Rómulo.

No prestó atención pensando que era algo propio de una persona que se satura de comida, pero el ambiente si empezó a normalizarse y tenía miedo de que este se fuera a estropear.

En un momento Rómulo se paró sin decir palabra alguna y se dirigió hacia el baño. Se encerró y volvió y utilizó, como ya había hecho hacía algunas horas y como acostumbraba a hacer en todas las casas cada vez que perdía el aliento, los cepillos de dientes de cada uno de los miembros de la familia.

Se limpió muy bien las muelas, los dientes, las encías y la lengua. Él sabía que se demoraba y que la gente siempre se preguntaba que le pasaba. Pero a él no le importaba, era el único método que tenía para poder hablar y ganarse el cariño de la gente.

Y aunque todos se inquietaran con sus ausencias, sabía que cuando volvía, rápidamente las olvidaban, porque sin ellos saberlo, se robaba sus alientos y hacia que cada uno se viera y se quisiera a través de sus propias palabras, aunque estas, fueran dichas por él.

Por Naxas Narat

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